Una de las cosas más difíciles para cualquier artista es encontrar su propia voz y no sólo musicalmente hablando. Buscar lo original por lo original no parece una manera de atajar el camino. Primero porque si no somos capaces de generar emociones en otros humanos nada de esto tiene sentido, pero también porque por muy extravagante que sea lo que se nos pueda ocurrir, probablemente alguien lo haya hecho antes o lo esté haciendo en este momento en otra parte del mundo. 

Trabajar en la producción de un artista que se encuentra en esa búsqueda es todo un reto: ser acompañante y no protagonista en esa búsqueda de sí mismos. La verdadera gloria acontece cuando ese proceso culmina y tú estás ahí para presenciarlo. Esa fue la sensación de gozo por el descubrimiento compartido que sentí participando en el disco de Sonograma. Sentí que les había acompañado al centro de su jungla para descubrir allí un potosí resplandeciente que siempre había estado ahí esperándoles. Siento por este álbum orgullo y felicidad de haber contribuido al alumbramiento de algo tan excitante y poco frecuente como es redescubrir historias conocidas a través de una nueva manera de contarlas.

No hay prácticamente nada convencional en las canciones de Sonograma: las estructuras y la narrativa en la mayoría de las ocasiones desafían la mecánica del pop instantáneo pero sin generar una distancia emocional con quien las escucha. Los timbres y los arreglos son un intento permanente de colar la sorpresa con aspecto de familiaridad. Las letras no caen en nada parecido a inercias, frases hechas o retóricas herméticas. La franqueza convive perfectamente con la ironía, la candidez con la amargura y el costumbrismo con el comentario social. Todo ello unido hacen de la escucha de este disco una inmersión en una historia propia, fascinante, en un universo que solo les podría pertenecer a ellos y que podemos explorar a nuestras anchas para encontrar ecos de nosotros mismos. Hoy por hoy, que una obra artística te arranque de nuestro presente perfecto, eternamente fugaz y pasajero, y te sumerja durante un rato en un relato emocionante no solo es insólito, es ese santo grial que buscamos a cada paso. Por mi parte, yo pienso emborracharme bebiendo de él todo lo que pueda.